"¿Qué soy, entonces? Una cosa que piensa. Y ¿,qué es
una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega,
que quiere, que no quiere, que imagina también, y que siente. Sin duda no es
poco, si todo eso pertenece a mi naturaleza. ¿Y por qué no habría de
pertenecerle? ¿Acaso no soy yo el mismo que duda casi de todo, que entiende,
sin embargo, ciertas cosas, que afirma ser ésas solas las verdaderas, que niega
todas las demás, que quiere conocer otras, que no quiere ser engañado, que imagina
muchas cosas -aun contra su voluntad- y que siente también otras muchas, por
mediación de los órganos de su cuerpo? ¿Hay algo de esto que no sea tan
verdadero como es cierto que soy, que existo, aun en el caso de que estuviera
siempre dormido, y de que quien me ha dado el ser empleara todas sus fuerzas en
burlarme? ¿Hay alguno de esos atributos que pueda distinguirse de mi
pensamiento, o que pueda estimarse separado de mí mismo? Pues es de suyo tan
evidente que soy yo quien duda, entiende y desea, que no hace falta añadir aquí
nada para explicarlo. Y también es cierto que tengo la potestad de imaginar:
pues aunque pueda ocurrir (como he supuesto más arriba) que las cosas que
imagino no sean verdaderas, con todo, ese poder de imaginar no deja de estar realmente
en mí, y forma parte de mi pensamiento. Por último, también soy yo el mismo que
siente, es decir, que recibe y conoce las cosas como a través de los órganos de
los sentidos, puesto que, en efecto, veo la luz, oigo el ruido, siento el
calor. Se me dirá, empero, que esas apariencias son falsas, y que estoy
durmiendo. Concedo que así sea: de todas formas. es al menos muy cierto que me
parece ver, oír, sentir calor, y eso es propiamente lo que en mí se llama
sentir, y, así precisamente considerado, no es otra cosa que “pensar”. Por
donde empiezo a conocer qué soy, con algo más de claridad y distinción que
antes...”
René Descartes, Meditaciones metafísicas, meditación
segundo
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